martes, 23 de junio de 2009

No solo es Guillermo Tell


No tengo que decir que entonces intenté también -y quizás sobre todo- hacer una obra de protesta contra la situación política asfixiante que sufríamos...
Kalvellido

Escribí esta obra, “Guillermo Tell tiene los ojos tristes”, en 1955, año que fue para mí fecundo en escrituras y expectativas para el futuro, cuando un director de un teatro oficial me encargó una versión del “Guillermo Tell” de Schiller. Con la intención de aceptar este encargo, hice una lectura relativamente a fondo, y fue entonces cuando, en el transcurrir de la lectura, “tropecé”, digámoslo así, con la hazaña de Guillermo Tell y se me ocurrió la idea de seguir la otra lógica, según la cual el “héroe” no tiene un pulso de acero y mata a su hijo.

Este es el núcleo que me movió a hacer este tratamiento, con la idea de que por esta vía podría escribirse una verdadera tragedia: en la muerte del hijo residiría la catástrofe y la fuente de la catarsis que el drama podría promover en los espectadores. No tengo que decir que entonces intenté también -y quizás sobre todo- hacer una obra de protesta contra la situación política asfixiante que sufríamos, con dos aspectos importantes: criticar el burocratismo en las actividades políticas de la oposición y lanzar una exclamación movilizadora en las capas populares, para que una tragedia como la de Guillermo Tell no fuera ya posible.

Después de la muerte del hijo, Tell se pregunta dónde estaban quienes hubieran podido impedir que la tragedia se consumara, y que la liberación nacional y social se produjera sin tan grave sacrificio como el que nos abruma cuando el niño se desploma ensangrentado a manos de su padre.

Mi trabajo comportaba “romper” también la estampa del niño que aparece en la fábula histórica, porque era muy importante que la víctima esencial de la tragedia no fuese un personaje mudo o acaso balbuceante. La escena entre padre e hijo es, de ese modo, una real aportación al análisis del mito. No hay que decir que la censura prohibió la obra.

Para terminar esta nota, diré que el personaje de Guillermo Tell en este tratamiento es, quizás, el portavoz de un sentimiento y de un comportamiento que no son propios de un personaje más o menos excepcional: No sólo es Guillermo Tell sino que muchos hombres y mujeres pueden seguramente reconocer en tal personaje a otras personas conocidas y admirables y también algo o mucho de los propios sentimientos anta las situaciones de opresión de los pueblos y de las gentes.

Alfonso Sastre

Hondarribia, diciembre de 1989.
http://www.cervantesvirtual.com/fichaobra.html?ref=25437

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