La Deuda Histórica.
Se han cumplido 25 años de aquel 28 de Febrero en el que las urnas legitimaron la voluntad política y la expresión nacional manifestada mayoritariamente en las calles por el Pueblo Andaluz, los discursos que desde el Poder y aledaños podemos escuchar no pueden ser más adormilantes y autocomplacientes.
Llama la atención el tratamiento que a la llamada “deuda histórica” se le da por parte de los medios de comunicación “públicos”, la cómplice coincidencia existente respecto de su significado entre todas las fuerzas políticas andaluzas presentes en el Parlamento Andaluz, y de su utilización conforme convenga a los intereses partidistas en el juego político.
¿Qué se entiende oficialmente por “deuda histórica”?. La Disposición Adicional Segunda de nuestro Estatuto de Autonomía, reconoce explícitamente la situación de subdesarrollo económico y social en el que se encontraba nuestro País en el momento de aprobarse el Estatuto, al afirmar que; «Dadas las circunstancias socioeconómicas de Andalucía, que impiden la prestación de un nivel mínimo en alguno o algunos de los servicios efectivamente transferidos los Presupuestos Generales del Estado consignarán, con especificación de su destino y como fuentes excepcionales de financiación, unas asignaciones complementarias para garantizar la consecución de dicho nivel mínimo...”
Concretándose en la Disposición Transitoria Sexta el significado de este «nivel mínimo» como los fondos necesarios, tanto en costes directos e indirectos como en inversiones, «con objeto de alcanzar, al menos, la cobertura nacional»; es decir, la media de calidad de prestaciones a escala estatal.
En términos económicos, nuestra Comunidad Autónoma recibió en 1997 unos 120 millones de euros por este concepto, debido a que en 1996 se incluyó en los Presupuestos Generales del Estado, siendo ésta la única vez. Desde entonces la llamada “deuda histórica” ha sido más rentable en términos políticos, en el tira y afloja entre el Gobierno Andaluz del PSOE y el español del PP, que en los fines propuestos en el estatuto.
Sin embargo, el discurso del Gobierno Andaluz cambia al ser el PSOE quien ocupa ambos Gobiernos, así, Pizarro manifiesta que «en todo lo que significa la deuda que tenía en términos históricos el Estado con Andalucía se ha avanzado bastante,...,la filosofía de la redacción de la Disposición Adicional Segunda no se corresponde con la situación actual de Andalucía, porque los redactores del Estatuto estaban plasmando los atrasos históricos de Andalucía como consecuencia del comportamiento del Gobierno central con la comunidad autónoma,…,estaríamos negando la evidencia si no reconocemos que en 22 años de autonomía ha habido avances importantes en esta línea, aunque al PP le moleste mucho porque esos avances se produjeron durante los 14 años de Gobierno de Felipe González y se frenaron durante los ocho años de Gobierno de Aznar”.
Dejando claro que la mayor rentabilidad de la “deuda histórica” radica en su uso político para adoctrinar o estrangular a Andalucía en la lucha por el Gobierno de Madrid, y por ende la representación en Bruselas.
Y aún aceptando el discurso oficial, cabría preguntarse si la situación que motivó su origen está resuelta, y Andalucía ocupa hoy una posición al menos coincidente con la media estatal, o sí aún estamos por debajo de la misma.
Según la «Andalucía imparable» y «Segunda Modernización» de la propaganda oficial, esta situación es sólo un recuerdo, pero los indicadores económicos, sociales, culturales, sanitarios,… concluyen que Andalucía continúa en el furgón de cola, no ya del Estado Español sino del conjunto de la Unión Europea.
Los nacionalistas andaluces hacemos otra interpretación de la deuda histórica, porque se basa en el análisis de las causas que motivaron y motivan la situación de subdesarrollo de Andalucía del que evidentemente, carece nuestro Estatuto de Autonomía ya que implicaría el reconocimiento de la situación colonial que desde el S.XV padece nuestra tierra.
Por ello, para el nacionalismo andaluz la “deuda histórica” tiene otro significado, conceptualmente mucho más amplio que la limosnera interpretación que los partidos españolistas y sus acólitos medios de comunicación hacen, porque para nosotros la deuda histórica no es cuestión de dinero, sino de justicia y de dignidad.
El planteamiento pedigüeño y del tira y afloja con Madrid, es un juego interno del poder colonial que padece Andalucía, porque nuestro País es rico en recursos humanos y naturales, y no necesita limosnas sino libertad para reconstruirse como Nación soberana.
El atraso histórico de Andalucía arranca en el S.XV con el final de la conquista y el comienzo de la indignidad y el etnocidio contra nuestro Pueblo, con el reparto de nuestras tierras y la desvertebración de nuestro tejido económico en beneficio de los conquistadores, con la prohibición de nuestra cultura, nuestras costumbres y lengua, cuando con el incumplimiento de las Capitulaciones de Sante Fé las persecuciones y expulsiones se hacen política oficial y empieza el miedo colectivo. Y en definitiva, con la exclusión y marginalidad de nuestro Pueblo, que durante siglos vive exiliado económica, política y culturalmente dentro de su propio País.
Esta es la verdadera deuda histórica para con nuestra Nación y su Pueblo, el resultado de una política planificada antaño por la Corona de Castilla y Aragón, y luego desde el Estado Español, que trató a Andalucía como “tierra de conquista” y a los andaluces como “vasallos sin derechos”; al imponernos una economía extractiva de recursos materiales y humanos en beneficio de la oligarquía española y de otras burguesías nacionales, en complicidad con las clases altas andaluzas, más interesadas en mantener las estructuras en que se basaban su poder y privilegios que en consolidarse como burguesía autóctona.
Situación que a lo largo de siglos se agrava hasta límites inconcebibles de marginación, represión y pobreza colectivas, que a mediados del S.XX se traduce en la salida de casi 2 millones de emigrantes, como exiliados económicos. Y que hoy en día significa que nuestra economía esté controlada y dirigida por capitales no andaluces, que nuestra Historia se enseñe a los niños andaluces desde un punto de vista ajeno al andaluz olvidando que Andalucía y los andaluces existimos como tales antes que su España, que nuestra Lengua sea la de los serviles y los graciosos, que nuestro suelo sea basurero nuclear y base para la agresión a otros Pueblos, que nuestra cultura se nos enajene para servir como cultura española, etc
Baste con recordar, como el poder colonial español sigue celebrando su victoria en las fiestas de las Tomas, que humillación más flagrante puede haber que Pueblo asuma y celebre su propia derrota.
Esta es la verdadera deuda histórica para con Andalucía, una deuda que Blas Infante dejó nítidamente expresada en sus escritos, porque como nacionalista andaluz sabía cuales eran sus orígenes y que sólo se saldaría recuperando nuestra dignidad colectiva como Pueblo y nuestra soberanía política como Nación.
Se han cumplido 25 años de aquel 28 de Febrero en el que las urnas legitimaron la voluntad política y la expresión nacional manifestada mayoritariamente en las calles por el Pueblo Andaluz, los discursos que desde el Poder y aledaños podemos escuchar no pueden ser más adormilantes y autocomplacientes.
Llama la atención el tratamiento que a la llamada “deuda histórica” se le da por parte de los medios de comunicación “públicos”, la cómplice coincidencia existente respecto de su significado entre todas las fuerzas políticas andaluzas presentes en el Parlamento Andaluz, y de su utilización conforme convenga a los intereses partidistas en el juego político.
¿Qué se entiende oficialmente por “deuda histórica”?. La Disposición Adicional Segunda de nuestro Estatuto de Autonomía, reconoce explícitamente la situación de subdesarrollo económico y social en el que se encontraba nuestro País en el momento de aprobarse el Estatuto, al afirmar que; «Dadas las circunstancias socioeconómicas de Andalucía, que impiden la prestación de un nivel mínimo en alguno o algunos de los servicios efectivamente transferidos los Presupuestos Generales del Estado consignarán, con especificación de su destino y como fuentes excepcionales de financiación, unas asignaciones complementarias para garantizar la consecución de dicho nivel mínimo...”
Concretándose en la Disposición Transitoria Sexta el significado de este «nivel mínimo» como los fondos necesarios, tanto en costes directos e indirectos como en inversiones, «con objeto de alcanzar, al menos, la cobertura nacional»; es decir, la media de calidad de prestaciones a escala estatal.
En términos económicos, nuestra Comunidad Autónoma recibió en 1997 unos 120 millones de euros por este concepto, debido a que en 1996 se incluyó en los Presupuestos Generales del Estado, siendo ésta la única vez. Desde entonces la llamada “deuda histórica” ha sido más rentable en términos políticos, en el tira y afloja entre el Gobierno Andaluz del PSOE y el español del PP, que en los fines propuestos en el estatuto.
Sin embargo, el discurso del Gobierno Andaluz cambia al ser el PSOE quien ocupa ambos Gobiernos, así, Pizarro manifiesta que «en todo lo que significa la deuda que tenía en términos históricos el Estado con Andalucía se ha avanzado bastante,...,la filosofía de la redacción de la Disposición Adicional Segunda no se corresponde con la situación actual de Andalucía, porque los redactores del Estatuto estaban plasmando los atrasos históricos de Andalucía como consecuencia del comportamiento del Gobierno central con la comunidad autónoma,…,estaríamos negando la evidencia si no reconocemos que en 22 años de autonomía ha habido avances importantes en esta línea, aunque al PP le moleste mucho porque esos avances se produjeron durante los 14 años de Gobierno de Felipe González y se frenaron durante los ocho años de Gobierno de Aznar”.
Dejando claro que la mayor rentabilidad de la “deuda histórica” radica en su uso político para adoctrinar o estrangular a Andalucía en la lucha por el Gobierno de Madrid, y por ende la representación en Bruselas.
Y aún aceptando el discurso oficial, cabría preguntarse si la situación que motivó su origen está resuelta, y Andalucía ocupa hoy una posición al menos coincidente con la media estatal, o sí aún estamos por debajo de la misma.
Según la «Andalucía imparable» y «Segunda Modernización» de la propaganda oficial, esta situación es sólo un recuerdo, pero los indicadores económicos, sociales, culturales, sanitarios,… concluyen que Andalucía continúa en el furgón de cola, no ya del Estado Español sino del conjunto de la Unión Europea.
Los nacionalistas andaluces hacemos otra interpretación de la deuda histórica, porque se basa en el análisis de las causas que motivaron y motivan la situación de subdesarrollo de Andalucía del que evidentemente, carece nuestro Estatuto de Autonomía ya que implicaría el reconocimiento de la situación colonial que desde el S.XV padece nuestra tierra.
Por ello, para el nacionalismo andaluz la “deuda histórica” tiene otro significado, conceptualmente mucho más amplio que la limosnera interpretación que los partidos españolistas y sus acólitos medios de comunicación hacen, porque para nosotros la deuda histórica no es cuestión de dinero, sino de justicia y de dignidad.
El planteamiento pedigüeño y del tira y afloja con Madrid, es un juego interno del poder colonial que padece Andalucía, porque nuestro País es rico en recursos humanos y naturales, y no necesita limosnas sino libertad para reconstruirse como Nación soberana.
El atraso histórico de Andalucía arranca en el S.XV con el final de la conquista y el comienzo de la indignidad y el etnocidio contra nuestro Pueblo, con el reparto de nuestras tierras y la desvertebración de nuestro tejido económico en beneficio de los conquistadores, con la prohibición de nuestra cultura, nuestras costumbres y lengua, cuando con el incumplimiento de las Capitulaciones de Sante Fé las persecuciones y expulsiones se hacen política oficial y empieza el miedo colectivo. Y en definitiva, con la exclusión y marginalidad de nuestro Pueblo, que durante siglos vive exiliado económica, política y culturalmente dentro de su propio País.
Esta es la verdadera deuda histórica para con nuestra Nación y su Pueblo, el resultado de una política planificada antaño por la Corona de Castilla y Aragón, y luego desde el Estado Español, que trató a Andalucía como “tierra de conquista” y a los andaluces como “vasallos sin derechos”; al imponernos una economía extractiva de recursos materiales y humanos en beneficio de la oligarquía española y de otras burguesías nacionales, en complicidad con las clases altas andaluzas, más interesadas en mantener las estructuras en que se basaban su poder y privilegios que en consolidarse como burguesía autóctona.
Situación que a lo largo de siglos se agrava hasta límites inconcebibles de marginación, represión y pobreza colectivas, que a mediados del S.XX se traduce en la salida de casi 2 millones de emigrantes, como exiliados económicos. Y que hoy en día significa que nuestra economía esté controlada y dirigida por capitales no andaluces, que nuestra Historia se enseñe a los niños andaluces desde un punto de vista ajeno al andaluz olvidando que Andalucía y los andaluces existimos como tales antes que su España, que nuestra Lengua sea la de los serviles y los graciosos, que nuestro suelo sea basurero nuclear y base para la agresión a otros Pueblos, que nuestra cultura se nos enajene para servir como cultura española, etc
Baste con recordar, como el poder colonial español sigue celebrando su victoria en las fiestas de las Tomas, que humillación más flagrante puede haber que Pueblo asuma y celebre su propia derrota.
Esta es la verdadera deuda histórica para con Andalucía, una deuda que Blas Infante dejó nítidamente expresada en sus escritos, porque como nacionalista andaluz sabía cuales eran sus orígenes y que sólo se saldaría recuperando nuestra dignidad colectiva como Pueblo y nuestra soberanía política como Nación.
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