miércoles, 13 de enero de 2010

Volver... sólo si quieres

Hubo un tiempo en el que decenas de bicicletas gritábamos a Málaga a pecho descubierto "No Somos Muchos, pero Somos Pocos" (...) Como la arena en el engranaje representamos una gran importancia...

Salvador Espada

Escribo desde la barra de un bar, regentado por Bangladeshíes en Austria, en Viena.
He paseado por las calles del distrito 19 y sólo he visto bares semivacíos con rescoldos de soledades en todo tipo de suntuosidades. Las mismas que dejé atrás invadiendo mi Medina de Málaga. Ya no sigue la Taberna Cinco Bolas al pie de la Torre Mudéjar de la que fue una de las cuatro mezquitas de antes de la sangrienta cristianización. Los Capuchinos pudieron bien ser monjes guerreros y su campamento en el sitio a la Málaga nazarí asentarse en huertas de las afueras al norte del Cementerio que esconde el obelisco de la Merced. Capuchinos que nombran calles, barrios y vidas de ciudades otras. En Cádiz, Sevilla, Granada, Viena y América Latina.

En América Latina me dice uno que en los barrios de San José de Costa Rica la inseguridad la causan los extranjeros: colombianos, venezolanos... En las cercanas elecciones para la sustitución de Oscar Arias un candidato anuncia en vallas: "Expulsaré a los extranjeros delincuentes". No se refiere a las trasnacionales del plátano como Chiquita o Dove, por ejemplo. En la Ciudad de Málaga un amigo ha sido apresado. Se llama Leo. Tuve la suerte de pasar una navidad con él. En una casa emblemática de esa difusa frontera entre Pedregalejo y Bellavista que son los Baños del Carmen. Una casa que siempre admiré desde el autobús porque tenía una exhuberante floristería, y una escalera hacia arriba. Arriba y arriba, la que ha de ir al Cerro de San Telmo. Lugar secreto entre tantos de nuestra ciudad trimilenaria. Como el otro barrio de Conde Ureña. Otro señor de la conquista aquella. Acampado hace cinco siglos en los arrabales de la joya costera de la cima del Islam: Granada. Las Calles de Conde Ureña tienen jazmines, silencio, estrellas. Todo un secreto. Allí vive un yanki que conozco, con su hijo y su compañera malagueña. Aunque sea ciudadano de la metropolí necesita un permiso de residencia. Un permiso de trabajo.

El paro en España y el "mercado de trabajo" con la potestad nuestra de permitir a quién de los no españoles, y de las no españolas, el acceder a él. Un mundo con continentes, mares y fronteras. Continentes arriba y continentes abajo. Fronteras alambradas. Nuestro pan y el pan que falta. Y los siglos, y las historias calladas.

Tengo un tio abuelo o bisabuelo o algo de eso que escapó a Filipinas. Argentina generaciones después nos envía a Leo. Esa persona que duerme ahora al otro lado de la puerta de metal que bajo una bandera roja y gualda atrapa a doscientas nacionalidades y tonalidades de colores, de tristezas y de esperanzas. Era un Cuartel. Después, finalmente, un cuartel abandonado. En sus alrededores arraiga el movimiento vecinal y asociativo. Desde la transición pendiente que piden que el lugar sea empleado para usos culturales, sociales, deportivos, vecinales. Es una parcela inmensa. Estratégica, militar. Es por eso que lo tenemos en nuestro actuar. Queremos recuperar lo que fue el Cuartel de Capuchinos, liberarlo de su uso siniestro actual, al igual que queremos liberar el antiguo Cuartel de Segalerva, sanar lo siglos de mal karma. O al menos parar su reloj.

Dos okupas nuestros fueron "metíos p'adentro" y apaleados hace unos años. Al que era argentino/italiano lo intentaron expulsar. La presión, nuestra presión, la que tenemos y ejercemos, estuvo ahí. Modestamente, como ahora. Hubo un tiempo en el que decenas de bicicletas gritábamos a Málaga a pecho descubierto "No Somos Muchos, pero Somos Pocos". Nada peor que un yin o un yan sin su mota de contrario. Como la arena en el engranaje representamos una gran importancia. Aún no sé si en esa ampliación incuestionada del Aeropuerto Picasso hay construyéndose un campo de concentración como aquellos de por estas tierras. Matthausen anda por aquí, por Austria. No me atrevo a visitarlo. En el continente africano hay paises en guerra. ¿Quién me asegura que las personas que son deportadas no son enviadas a esas "duchas" de "el trabajo os hará libres"? Francia salvó el culo por quienes se jugaban el tipo.
Así también el Franquismo "cuéntame". ¿De veras Málaga quiere expulsar gente?
Si acaso miremos a nuestro Occidente. A nuestros delitos urbanísticos, arrasamientos. Expulsemos comportamientos. Pero no nos digan que nos amenazan las identidades argentinas, marroquíes, ecuatorianas. Málaga es eso. Desde antes del tiempo. Lo somos y así lo defendemos. ¡Libertad para Leo!

¡Caigan los muros de Capuchinos!

¡Justicia, Tierra, Agua, Pan!

Desde aquí lejos,

Salvador Espada

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