miércoles, 13 de junio de 2007

La lucha en los barrios de Sevilla en la coyuntura actual



La Haine - Sevilla

Dentro de la lucha actual de la izquierda extraparlamentaria se hace fundamental un retorno, un contraataque, tanto en el ámbito laboral como en el de los barrios.

Dentro de la lucha de base obrerista o de la izquierda histórica, la actividad en el barrio ha sido el segundo frente de batalla tras la lucha en el lugar de trabajo. Al igual que esta, se encuentra en un contexto, desde hace décadas, regresivo.

Dentro de la lucha actual de la izquierda extraparlamentaria se hace fundamental un retorno, un contraataque, tanto en el ámbito laboral como en el de los barrios. Al igual, también, que en el ámbito laboral, los cambios producidos en la estructura espacial de la ciudad y en la composición de clase nos invitan a reflexionar sobre la situación actual de los barrios, su problemática, su composición, y las formas de intervención.

El movimiento vecinal, viene siendo desde hace un par de décadas un movimiento en clara decadencia. La decadencia del movimiento vecinal es en cierta medida la decadencia de la clase y de su identificación con el barrio.

Nos encontramos en una situación en la que percibimos dos fenómenos simultáneos y aparentemente contradictorios. En primer lugar, se da un alejamiento generalizado del barrio como unidad social y de intervención por parte del activismo, desplazado hacia un espacio menos material, más ideológico e identitario. Esto es consecuencia de un nuevo contexto espacial en el que la percepción del espacio cambia y con él las relaciones, el trabajo se flexibiliza y de cierta manera también la localización del trabajador. Nos encontramos con un trabajador joven que se desplaza con mayor facilidad, que se desvincula del barrio en cuanto a lugar de ocio, consumo y relación social. El ciclo de vida de los viejos barrios obreros termina, y los nuevos barrios a menudo carecen del carácter y la identidad de los antiguos. Esto se acentúa con el desplazamiento de gran parte de la población joven a ciudades dormitorio. También con la tendencia a la vivienda unifamiliar en el área metropolitana, que deja de ser propio de las clases medias-altas para convertirse en la forma de acceder a la propiedad de las jóvenes familias con ingresos que no les permiten permanecer en la ciudad.

Al mismo tiempo, percibimos una fuerza en sentido contrario, una vuelta al espacio material como vinculo. Nos referimos a la concentración y proliferación de los alquileres en barrios obreros viejos, esos cuyo ciclo vital esta terminando, dando paso a fenómenos de sucesión social (viejas barriadas obreras entre la Ronda Norte y Macarena, Av. Ramon y Cajal o Ronda del Tamarguillo). Los grupos sociales de trabajadores que se introducen en estos barrios son aquellos producto de las inmigraciones, en las que las etnias tienden a agruparse, pero también de los estudiantes o trabajadores jóvenes que optan por el alquiler.

Frente a la falta de identidad común, o la identidad fragmentada, de esta nueva clase trabajadora que se esta conformando, encontramos una clase acomodada con mucha más conciencia de si misma. La que se localiza en los barrios de clase media-alta de la ciudad (Remedios, Bami, Bermejales, etc.), y en los barrios progresivamente aburguesados del centro (Alameda), y que están desarrollando un movimiento vecinal asociado a la burguesía asalariada. (Ver http://www.lahaine.org/index.php?p=19551)

Problemática actual del movimiento vecinal en Sevilla

Los restos del viejo movimiento vecinal de Sevilla se encuentran envejecidos y a menudo lastrados por el recuerdo de un pasado glorioso. Los antiguos activistas se encuentran enquistados en sus cargos e incapacitados, a menudo, para atraer gente joven a las asociaciones. A menudo parece haberse renunciado a la participación del vecindario en la propia asociación, que acaba siendo gestionada por un grupo cada vez menor de personas.

Los movimientos vecinales se han desarrollado entorno a luchas concretas, entorno a reivindicaciones tras las que, una vez conseguido el objetivos, han tendido a desinflarse. Ante la falta de participación se cae en la dependencia de una o unas pocas personas como gestores de la problemática de los barrios. Abundan los personalismos. Activistas especializados que se desenvuelven con la prensa y la administración e informan, si es que lo hacen, a los vecinos.

A esto se le une, y no deja de estar relacionado, la fuerte dependencia de las subvenciones y de la administración en general para conseguir cualquier objetivo. Lejos queda ya la época en la que los vecinos construían la propia asociación ocupando el suelo, el centro medico, o el parque. Ahora todo depende del mayor o menor numero de contactos que se tengan con la prensa o la administración, sin querer decir con esto que no sea importante tenerlos. Pero demasiado a menudo se establecen especies de redes clientelares y se renuncia a la posibilidad de la participación o a la acción en primera persona de los vecinos.

Por otro lado, una vez que los viejos barrios obreros consiguen sus demandas básicas de asistencia y equipamientos, se da un giro conservador de las demandas del movimiento vecinal, que hoy día se dirigen casi exclusivamente a la seguridad, la limpieza y la construcción de aparcamientos.

De barrios en lucha a la etapa de los centros sociales

A lo largo de los años noventa, todavía con un movimiento vecinal de corte tradicional fuerte, las luchas paradigmáticas en Sevilla se producen en barrios de polígonos obreros, con fuerte implicación de las AAVV. Estos son los casos de Parque Alcosa o San Diego. Barrios obreros relativamente jóvenes y dinámicos. Se produce un intento interesante de crear un movimiento vecinal coordinado y combativo con la Plataforma Barrios en Lucha, en la que encontramos barrios obreros de diferente calado, desde los barrios mencionados, a los barrios periféricos de autoconstrucción como el Cerro del Águila o Su Eminencia, o barrios en proceso de gentrificación o aburguesamiento como El Pumarejo. Quizás lo más importante de estas experiencias es el cuestionamiento y la intervención en problemas estructurales como la lucha contra el paro o la erradicación del chabolismo. Unos años después nos encontramos con que las mayor parte de las reivindicaciones vecinales se dirigen a la seguridad y la limpieza. Los jóvenes de los barrios que se politizaron en esas luchas han acabado desplazándose fuera de los mismos, por la propia dinámica del trabajo y la reestructuración urbana en Sevilla, y las asociaciones de vecinos degeneran en relaciones viciadas o estancadas.

Simultáneamente, y dentro del movimiento contestatario se pasa a una etapa centrada en la creación de centros sociales. Entre el 2001 y el 2006 se ocupan varios espacios para la creación de centros sociales, existiendo en la actualidad cuatro considerablemente consolidados en la ciudad. La lucha vecinal parece centrarse en el combate contra la gentrificación, que en líneas generales aparece como una batalla perdida, aunque se consigan victorias puntuales.

Por otro lado, esta etapa, dominada por la creación de espacios sociales, se vincula espacialmente al centro de la ciudad o zonas próximas, quedando relativamente fuera de las redes que se crean los barrios periféricos. Se produce a si mismo una escasa vinculación real con el barrio, dado que los barrios de las zonas centrales, casi ni existen yá como tales. La agrupación de los individuos en estos casos aparenta ser de carácter más sectorial, de comunidad política o identitaria, en consonancia con la situación de la vivienda y del mercado de trabajo.

No deja de ser positiva la organización de luchas en este contexto en un plano más sectorial, como son la Liga de Inquilinos que acaba siendo un medio de autoorganización contra la gentrificación, la lucha por una vivienda digna de las ocupaciones y de la plataforma de reciente creación, o los intentos de aglutinar a los trabajadores precarios a través de los eventos organizados en los últimos primeros de mayo.

A pesar de lo que de positivo puedan tener estas iniciativas, que se convierten en protagonistas del movimiento reivindicativo de la ciudad, no deja de ser evidente la necesidad de expandirse u organizarse en los barrios, e integrar en las redes sociales a los barrios periféricos y de carácter netamente obrero.

Propuestas de intervención

Esta intervención en los barrios, desde luego, no puede verse como una intervención externa o asistencialista, lo que sería un terrible error. Debe provenir de los propios barrios y es factible hacerlo. Hay que trabajar desde dentro, por parte de la gente que vive en los barrios. La base es la autoorganización para la resolución de problemáticas concretas, y la resolución de problemáticas concretas para construir la autoorganización de las clases trabajadoras, y de ahí a la construcción de redes.
Habría que intentar vincular el trabajo en el barrio al trabajo ya realizado en los centros sociales. Intentar abrir estos espacios o abrir nuevos espacios que puedan identificarse con los barrios.

Respecto de la falta de profundidad y el carácter conservador que están teniendo las demandas vecinales, se hace necesario llevar otras opiniones a las asociaciones, es fundamental crear debate entorno a la seguridad y la movilidad. Así mismo, hay que introducir otros debates de carácter más estructural sobre problemáticas que afectan a los trabajadores, como la vivienda, la integración entre diferentes identidades culturales y la precariedad laboral.

Por ultimo, el reciente resurgimiento de la iniciativa Barrios en Lucha debe ser potenciado y extendido, para conseguir la creación de redes, y es algo especialmente urgente como contrapeso ante el auge de los movimientos vecinales de carácter conservador que se están desarrollando en Sevilla

(Ver http://www.lahaine.org/index.php?p=19551).

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