miércoles, 13 de junio de 2007

Muchedumbre


Este artículo apareció el día de las elecciones en el Diario de Córdoba.

Antonio Manuel

Esta democracia es una farsa. Una burda mentira. Una estructura formal y consentida irracionalmente so pena de fascismo. Una marioneta legalizada para que los hilos invisibles sigan en las manos de siempre. Una comedia representada por una partitocracia insolente, profesionalizada y esclava de los que nadie conoce. El poder real no reside en el pueblo. Es metafísicamente imposible. Porque el pueblo no existe. Y una democracia sin pueblo es sólo poder. Una democracia sin pueblo no es democracia.

Blas Infante distinguía entre pueblo y muchedumbre. El pueblo se compone de ciudadanos. La muchedumbre de habitantes. El pueblo tiene conciencia. La muchedumbre, no. El pueblo es minoría en cualquier pueblo. La mayoría, muchedumbre. Agua estancada de un pantano que respeta atemorizada la autoridad del dique. Son los hilos invisibles quienes deciden cómo, cuándo y cuánto se abren las compuertas. Agua salvaje que obedece domesticada. A la minoría corresponde abrir nuevas brechas de salida para encauzar a la muchedumbre y convertirla en pueblo. Peligro. Los pantanos se vacían. Y el agua se conciencia de su poder inconsciente.

No es casualidad que el censo electoral se someta al padrón de habitantes y no al de ciudadanos. A esta democracia hueca no le interesa formar a sus clientes. Le conviene mucho más repartir las paredes, el tiempo y las farolas entre sus escasos proveedores. Pero el pueblo existe. Esa es la verdad. Y a veces se abren vetas como puños en las presas. Y el agua sale por donde no se quiere. Y ahoga. Y riega los campos secos. Y provoca primaveras sobrevenidas. Hoy es primavera todavía. Pero soy pesimista. Porque hace demasiado tiempo que esta tierra que fue alma de pueblo, sólo es carne de muchedumbre.

Infante decía que aquellos que son tratados como bestias sólo instintos pueden sustentar. Decía que hay que estar siempre en guardia contra el enemigo común, el actual secuestro de la tierra, causa de todas las calamidades sociales. Creía en la democracia directa y popular. Creía en el poder del pueblo. Creía en la patria ciudadana. En el universalismo desde el respeto a las diferencias. Decía que los partidos políticos actuales no responden hoy a las exigencias del pueblo. Creía en la soberanía social. En que a pesar de las depresiones inherentes a toda colectividad, el ideal humanitario terminaría haciendo realidad la utopía de la convivencia entre las culturas y los pueblos. Intuyó que la crisis europea no era ni política, ni económica sino humana, una crisis de humanidad. Creía en la revolución pedagógica permanente para superarla. Decía que por encima de todos los estados políticos, el estado natural del ser humano era el de su libertad. Y a fuerza de tanto decir, le callaron la boca de un disparo.

Hoy votan a la vez pueblo y muchedumbre. Y ganará la última. Como siempre. Yo creo firmemente en la democracia. Por eso pertenezco al pueblo. Que igual no vota. O lo hace en blanco. O por cualquiera de las opciones minoritarias o mayoritarias. Que más da. En las estadísticas lo que el pueblo haga hoy, se verá sepultado por lo que haga la muchedumbre.

No hay comentarios: